Dios Santo, corre y aleja para siempre a satanás.
Dios Santo, disuelve a satanás en el fuego de tu infierno gehenna y oblígalo a decir tu Verdad.
En Nombre de Jesucristo, vete satanás, vete a Jesucristo para que Él te disuelva y te obligue a decir su Verdad.
Sangre de Cristo, tú que disuelves todo mal espíritu, bendice tu crucifijo, y permanece en nosotros, en lo nuestro y en los nuestros. Amén.
Te pedimos Dios Santo por los frutos de tus exorcismos y por tus exorcistas, bendícelos, exorcízalos y protégelos, siempre.
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la Casa del Señor»! Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. Jerusalén, que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa. Allí suben las tribus, las tribus del Señor –según es norma en Israel– para celebrar el nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. Auguren la paz a Jerusalén: «¡Vivan seguros los que te aman! ¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus palacios!». Por amor a mis hermanos y amigos, diré: «La paz esté contigo». Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad. (Salmo 122)
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