Dios Santo, Padre y Abogado Nuestro, míranos aquí con los
brazos cruzados por falta de trabajo. Socórrenos en esta hora de aflicción por
intercesión de San Cayetano Thiene, de San José Obrero, de Santa María Madre de
Dios, y de todos tus Santos.
El trabajo humano es una participación en la Obra de Dios, y
quien trabaja dignamente sirve a sus hermanos y contribuye de modo personal a
que se cumplan los designios de Dios Santísimo en la historia. Hoy por algunas
leyes injustas, por la avaricia de unos pocos, por la miopía egoísta que no nos
deja ver en los demás a hermanos nuestros, por un capitalismo ignorante y
miedoso que vive en los vicios ludo-maníacos de quienes caen en la especulación
financiera por temor a invertir en actividades productivas, y por una
estructura social amante de vivir en monopolios elitistas excluyentes, muchos
no tienen lugar en el mundo del trabajo y se sienten desplazados: ¡Ayúdanos a
no desesperar, Oh Dios Santo, y disuelve toda maldad! Ilumina a los dueños del
capital, a cada inversor, y permanece en ellos, para que entiendan tu Plan
Divino y tu Obrar, y creen nuevas fuentes de trabajo, orienta a los gobernantes
para que favorezcan el pleno empleo y la protección estatal con sabiduría ante
los múltiples riesgos que encuentren los inversores, además de proteger
lógicamente a los más vulnerables de la sociedad, aquellos que menos tienen.
Procura que quienes trabajan sean honestos y protege su honestidad y su buena
conducta con la Sangre Preciosa de tu Hijo el Cristo. Abre nuestros ojos para
que descubramos que es más importante ser que tener y que hay más alegría en
dar que recibir. Y cuando nuestros ojos se cierren para siempre, concédenos
poder presentarnos ante Ti, oh Dios Santo, con el corazón lleno de los rostros
de las personas a quienes hemos socorrido y los de los que nos ayudaron en
nuestra aflicción. Amén.
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