Os Consagramos, invocando al Santo Espíritu de Dios e invocando el misterio de la Inmaculada Concepción de María, oh Padre Divino oh dulce Madre Santa María, todas nuestras actividades del intelecto y de la oración, así, bajo vuestra protección muy especial en sus Sagrados Corazones, a través de los cuales llegamos al amor a trabajar por un mundo mejor, para mayor Gloria de Dios y para aumentar su culto.
Oh Padre Divino oh dulce Madre Santa María, os ofrecemos el trabajo intelectual que hacemos a diario, bendecídlo y protegedlo con vuestras gracias y el amor de vuestros Corazones.
De buen corazón, os prometemos hacerlo a conciencia y del modo que os agrada.
Así sea!
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la Casa del Señor»! Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. Jerusalén, que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa. Allí suben las tribus, las tribus del Señor –según es norma en Israel– para celebrar el nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. Auguren la paz a Jerusalén: «¡Vivan seguros los que te aman! ¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus palacios!». Por amor a mis hermanos y amigos, diré: «La paz esté contigo». Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad. (Salmo 122)
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